Autor: raulrestrepo

  • Óleo-pasteles

    Óleo-pasteles

     

    Después de mucho tiempo me acerco de nuevo al oleo pastel, con él puedo en un instante transportar en colores y personales composiciones, el paisaje que observo.
  • Una zona de distensión entre nubes de colores (2003)

    Disolución II. Óleo sobre lienzo. 96 x 1.70 cms. 2003.
    Disolución II. Óleo sobre lienzo. 96 x 1.70 cms. 2003.

    Por: Beatriz Mesa Mejía.
    (El colombiano. Medellín, Octubre 20 de 2003)
    Pasión por la pintura y por el color. Por las formas que se suceden, una tras otra, entre pincelada que retan al artista. Restrepo encuentra en el arte una forma de ser y de estar en el mundo. Lo asumió como un estilo de vida.

    En el él se unen investigación, lecturas, noches de desvelo.

    Presenta en esta exposición óleos sobre lienzo, obras en técnica mixta, plumillas. La nube, dice, es el tema fundamental, sus formas inspiradoras le permitieron hacer una reflexión para una propuesta que al espectador le provoca mil lecturas.

    Hay coherencia en esta nueva serie de con el pasado del artista. Constantes que identifican un estilo: abstracción, color abundante, armonías y libertad en las formas, en los contrastes de tonalidades. En el uso de rojos, azules, blancos, amarillos.

    Zona de distensión, así se llama esta serie. Y el artista piensa en el manejo del espacio, en los desplazamientos de formas de color. En la vida que está en constante movimiento, en tensiones y en distensiones.

    Algunos títulos de sus cuadros son, por ejemplo, disolución, coagulación y excitación.

    Un librepensador que tiene en el arte su máxima expresión
    Hay allí excitación y calma. La nube, anota, sintetiza la vida humana. «el gesto en mi obra va hacia el movimiento, hacia ese continuo ir y venir.» Y piensa en la formación de la nube, en esas miles de gotas que le dan vida. En el sol que la hace posible y también en el mar. En la transparencia.

    En constante movimiento
    Óleos en los cuales se unen paisaje y estado interior del artista. A Raúl le gusta jugar con la estructura del cuadro, a veces lo invierte; lo vertical y lo horizontal, el arriba y el abajo se transforman con resultados que a él le fascinan y lo sorprenden. Así, la nube se convierte en montaña, el mar en cielo.

    Una actitud que habla también de esa mirada libre que tiene de la existencia, la que ha aplicado en su propia vida.

    La naturaleza le da la inspiración constante. Fuerza en color y forma.
    El color significa fuerza, es aquello que le da a la forma el carácter de los que ella representa o contiene. «permite a una cosa representarla. Su lenguaje posibilita intimar con nuestro ser interior», dice el artista que nació en Manizales, aunque ha vivido la mayor parte del tiempo en Medellín. Un artista amigo de la vida, cerca de la naturaleza y que en solitario no exponía hace unos 23 años.

    Cuando se entra a la exposición en la sala de arte de la Universidad Pontificia Bolivariana, hay una frase que da la bienvenida a los espectadores: «Entre el cielo y la tierra yo soy lenguaje. Mis actos confirman la palabra de mi creador, de lo cual soy responsable, porque él me concedió la libertad.»

    Raúl Restrepo, el artista, el observador, el pintor de mirada fuerte y manos grandes que saben de pinceles y espátulas, de mezclas insólitas y de formas únicas, invita en cada obra al espectador a un diálogo.

    Pinturas que provocan diversas sensaciones, recuerdos, relaciones, debates. Cada cual sabrá interpretarlas.

    zona de distension el colombiano
    El colombiano. Medellín, Octubre 20 de 2003.

     

  • Ímpetu y color (2000)

    impetu-y-color
    Por: Omar Castillo.
    (Periódico El Mundo. Agosto de 2000)

    «¡Algarabía de Colores! La vida vuelve para ser sitio común entre los hombres.»

    En 1979 publiqué un poema titulado Raúl, el poema fue escrito con motivo de su primera exposición individual en la Galería La Oficina, entonces ubicada en la Playa entre el Palo y Girardot, muestra inaugurada en agosto de 1978. el poema dice:

    RAÚL
    Papel
    Paisaje
    Hembra
    Violada
    Penetrante
    Falo
    Color:
    Esperma esparcido
    Agitante obsesión
    Que palpita en las niñas
    Masturbando los sentidos
    Con su estruendo esplendor de
    Luz
    Y color
    Calor tropical
    Forma rebasada
    Trascendida rectitud
    Dislocada realidad
    Fulgor
    Pasión
    Desbordante sensualidad
    Sexualidad en ebullición
    Visión preñada de
    Color
    Y
    Sabor olor sonido
    Rompiendo el ir y venir cotidiano
    Tras las axilas de las beatitudes
    Anacrónicas y pestilentes de la existencia.

    El poema estaba firmado en Patio Bonito y dedicado a Raúl Restrepo. Supe de personas que se indignaron por la manera como el poema decía sobre la pintura de Raúl, probablemente en un país pasivo manipulado por la violencia soterrada, algunas de las palabras empleadas para señalar el vigor de su pintura sonaron indecentes. Hoy, un día de agosto del año 2000, reflexionando sobre la pintura, el paisaje, sus dibujos de proporciones y líneas acordes con el color con que mira quien lo traza, digo, pensando en el proceso creativo de Raúl Restrepo, desde aquel 1977 en que empecé a frecuentar su amistad y su creación, releo mi poema y me reafirmo en su estructura y decir. Han sucedido dos décadas de creciente pasividad y sucia violencia, no sé si quienes las han padecido o se han salvaguardado de ellas en la ineptitud de la impotencia, crean aún que hay palabras decentes e indecentes, yo creo que las palabras sólo nombran. Y desde ahí continúo mi reflexión sobre la pintura de uno de nuestros mayores coloristas.

    Igual que hay versos que nos dan un sentido de pertenencia, un sentimiento que entraña nuestra relación con el mundo, el color cuando es aplicado con proporción y ritmo acordes a la fuerza y vigor de quien lo emplea, consigue propiciarnos, por abstracto que parezca, ese sentimiento y esa entraña. Hemos asistido al colapso de todas las márgenes en las diferentes disciplinas artísticas y, aún así y corroborando en nuestra cotidianidad la fragmentación de las nociones existentes del mundo, esperamos leer, oír o ver obras de arte que nos faciliten un mundo íntegro, redondo, un mundo que no altere nuestra supuesta comodidad interior, así el exterior sea un colapso irreversible.

    Las búsquedas de Raúl Restrepo con el color han asumido un riesgo técnico y personal, técnico porque no se ha permitido treguas ni en sus reflexiones ni en la forma de llevar éstas al lienzo, al papel, a la lata o cualquier otra superficie empleada por él para darle cabida a sus búsquedas y hallazgos; personal porque ese carácter suyo, sin concesiones por las formas y el prestigio fácil le ha puesto en una situación marginal en un medio acostumbrado al manoseo y al fácil negocio. Riesgos asumidos por él en una experiencia plena que le ha dado a la pintura esplendidos cuadros donde se pueden ver la rebeldía y el rigor de nuestro paisaje en formas de color. En éstos el estudio del color no se somete únicamente a las proporciones que se han de mezclar hasta conseguir el tono deseado, si bien este es un paso, no sería suficiente si quien lo aplica ignora el ritmo que su pulso y color mismo en su movimiento de masa han de propiciar. Los volúmenes de color que se movilizan en sus cuadros proponen a quien los ve, y palpa al ver, la posibilidad de entrañar en el paisaje, aún en la ocasiones en que éste es recortado por al intervención humana, animal o urbana.

    Sus inicios con el color se dan con el técnica del pastel, técnica que le permite sentir en sus manos el pálpito de los elementos del paisaje que lleva a sus cuadros; sin abandonar su «ver y palpar» también emplea la barra de óleo pastel, el óleo al pincel y la espátula y, cuando lo considera necesario, emplea todas esas técnicas en la realización de un cuadro, también son notables sus ejercicios al carbón y al lapicero; más reciente es el empleo de la acuarela.

    En la manera de aplicar el color, usando cualquiera de las técnicas antes mencionadas, consigue texturas en un escarceo que permite ver la integración de un color con otro y por momentos uno, como espectador, no sabe si seguir la trama narrativa que dicen los colores o, intentar el esplendor conjunto de su instante poético. Los colores son empleados como una silabilación que ya en su todo consiguen, visualmente, pronunciar la propuesta o diálogo que presenta el lienzo en su progresión de tonos que por instante alcanzan el ímpetu de un coro cromático que inunda el espacio del cuadro, consiguiendo de esta forma que el paisaje o lo pintado alcance su narración.

    Este ímpetu de colores que por instantes rebasan la medida que les alberga es dirigido, estudiado por quien ejecuta la obra igual que el poeta cuando dispone en la superficie del papel sus versos buscando la sonoridad rítmica que quiere establecer con sus volúmenes de palabras. Raúl Restrepo establece sus volúmenes de color y con ellos sus ritmos que mirados dejan ver. Asumida por él, la particular naturaleza de ser pintor es la que propicia el núcleo donde sus ritmos se fraguan y se extienden hasta el paisaje de donde los retoma para expresarlos en colores que impactan el cuadro que les recoge.

    Los dibujos de Raúl responden a la línea de un pintor, a su trazo, así éstos sean realizados a lapicero o carboncillo, no a la línea de un dibujante, si no tenemos esto presente al momento de mirarlos, es posible que no consigamos entrar por sus ámbitos y personajes casi siempre en condiciones urbanas, dibujos en ocasiones hoscos donde la figura no es propuesta, pronunciada más que diseñada.

    Aún en los cuadros donde es visible la atmósfera de quienes le han influenciado, la manera de Raúl Restrepo permanece proponiéndonos sus formas con las que accede a las realidades del mundo. En cualquiera de las técnicas que emplea para la realización de sus obras; siempre la grandeza de un autor está ligada al reconocimiento que brinda a quienes le influenciaron, porque un artista no termina de aprender, sólo él escoge sus maestros y, este conocimiento es su aporte a la tradición o a la ruptura con la tradición.

    Recuerdo algunos cuadros suyos de 1976, 1977, con su predominio del negro. Es necesario hacerle un seguimiento a su obra teniéndola a la vista desde sus inicios, sería posible estudiarla y comprender su evolución, reunirla es tarea para un buen curador. Ya es momento en que pensemos en realizar una muestra retrospectiva de la obra del pintor Raúl Restrepo, uno de nuestros mayores coloristas.

    Mientras la tradición paisajística en Colombia es naturalista e informativa ceñida la más de las veces a tonalidades iluminadas de manera intimista, la pintura de Raúl entra y se apropia del paisaje, sus colores irrumpen desde éste apropiarse señalando y abriendo las fogosas vetas del acontecer de las tonalidades que no cesan de dar sus ritmos a la luz. En el país la pintura de Raúl Restrepo tiene pocos antecedentes. Uno de ellos sería la obra de don Andrés de Santamaría. Son varios quienes han intentado beneficiado de las aplicaciones y ritmos, para su canon compositivo donde desembocan y se plasman las propuestas pictóricas de Raúl, consiguiendo en ocasiones un remedo huero y en otras iniciarse en sus propios reconocimientos. Quien pinta hace visible o no una realidad y de acuerdo con esos intereses se pueden formular o no cánones de belleza; si algo confirma el arte del siglo XX es lo relativo, cuando no ambiguo de lo denominado bello y su utilidad.

    Por estos días gozan de prestigio el uso de las instalaciones y las intervenciones, debo recordar que en el momento de llevar a un cuadro un paisaje, ya éste sea rural o urbano, estamos interviniendo e instalando una propuesta de cómo mirar ese espacio. Recuerdo una propuesta de Raúl Restrepo en una de las Bienales de Medellín, ésta consistía en pintar un paisaje al óleo pastel y luego rasgarlo en diferentes pedazos que el autor pegaba sobre un bastidor, el efecto que conseguía era el mismo que permite la intervención de los edificios de Medellín en el momento en que un peatón levanta la mirada intentando ver las montañas que circundan nuestro Valle del Aburrá.

    En la pintura de Raúl Restrepo, las vistas y escenas de costumbres, inclusive el carácter de algunos personajes que él retrata, narran ante todo el colorido y la atmósfera de una geografía. Lo descriptivo, el ambiente lugareño no son la sustancia que el pintor transporta a sus obras, estos ingredientes son relevados dando lugar a un festín de colores que nos comunican con su diálogo y mezcla, la real entraña de nuestros paisajes campestres y factores de características urbanas y humanas; particular es el tratamiento que da en sus paisajes a las nubes, modelo inestable que por un momento es detenido y llevado, en muchas ocasiones, a predominar en la superficie del cuadro. En la producción de Raúl hay dos obras que me son características de su estilo y sus logros pictóricos, éstas, son el retrato que elabora sobre don Tomás Carrasquilla y el que elabora sobre la existencia y la obra de Dylan Thomas, éste, un lienzo estructurado a la manera de un fresco, es una summa donde se dan cita los interrogantes y logros del pintor y donde, también, es posible presagiar un paso en el descubrimiento de su mundo personal y creativo. Este retrato que hace del poeta galés, es el resultado de reflexiones que surgen de su propia vivencia y, tejiendo un diálogo con la obra y las memorias del poeta retratado, el pintor segmenta en siete momentos fundacionales la existencia de Dylan Thomas.

    Son estos la obsesionante presencia del mar raptado por el sol y su interminable chocar sobre las costas; el perfil de una calle de su Swansea natal, contrastada por el colorido por el cual el pintor prolonga en la memoria de un sol que declina; la radio entre el oleaje del mar y las densas nubes que movilizan las ondas de aire, su oficio en la radio de la BBC; la locomotora irrumpiendo, inundando con sus vapores las atmósfera en esos continuos ires y venires de Swansea a Londres; la maternidad y sus reflejos tutelares uterinos, esta vez tatuada en su brazo izquierdo mientras en la palma de la mano sostiene una caracola que se abre como una rosa de los vientos donada para el porvenir; el ángulo superior izquierdo lo colma el humo que viene desde el cigarrillo que sostiene en sus labios el poeta; todos estos sucesos sostenidos alrededor del espejo que empuña la mano derecha de Dylan y donde su rostro se refleja dando unidad al cuadro. Cada uno de los segmentos representados aparecen en un primer plano como en un fresco, pero en vez de pugnar o hacer ver abigarrado el lienzo, estas formas consiguen narrarle a quien las mira periodos del retratado, así, el espejo aúna la diáspora existencial. En este óleo prevalecen los azules.

    Don Tomás Carrasquilla fragmentado en los espacios de su estirpe, consignado en una urna, como esas que otrora conservaban las reliquias, sostiene en sus manos, que flotan desde el agua, unos binóculos como extensión de sus ojos que intentan palpar el presente de su descendencia y al extremo inferior derecho su rostro, otro, mira por una ventana.

    Dylan Thomas en un lienzo de 1.70 X 1.40 nos mira desde el espejo que empuña en el cuarto de su mundo, mientras presentimos en nosotros su espalda. Ambos retratos permiten constatar la manera cómo este pintor estudia a sus retratados, llegando al colmo de descodificar la naturaleza de los mismos en aras de la médula que los nutre. Más que figurar en el lienzo, lo que hace es desfigurar esos rasgos en componentes que permitan interpretar y elaborar una existencia en detalles de huella. He ahí a Raúl Restrepo ejerciendo su Don y su «ver y palpar» que consiguen para el espectador la poética de la interpretación.

    impetu

  • Carta de Omar Castillo (1989)

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    Foto tomada de Colarte.com
    Foto: Octavio Muñoz
    Fuente: V Salon Atenas – noviembre de 1979
    Gestor: Atenas Publicidad
    Año: 1979
    Comentarios: Folleto 40 paginas

    El espacio se rasga de diversas formas. Invadir su silencio a punta de colores, sean estos esparcidos con la yema de los dedos, al ritmo de la embriaguez que convierte, sea a ritmos de tonos óleo pastel, pastel, acrílico o en una obertura solidificada al óleo, en un formato de 2.20 X 1.20 es asistir al encantamiento de la realidad, es asistir a la puesta del ojo interior que mira sin artificios, sin ponerse al servicio de eslogan establecidos que usufructúan. Después de Andrés de Santamaría (en pintura colombiana), Raúl Restrepo se yergue en punta de color que informa sin artificios el trópico y sus consecuencias, sean estas un abrirse desaforado a las voces de la cultura universal, sean éstas un internarse en las selvas de fiebre de Latinoamérica. Sin el instinto y la técnica alertas, el cuadro es inexacto. El instinto y la técnica dominados, reposan el ánimo, sin esto solo logramos de nosotros conejos aptos para la caza.
    Raúl Restrepo no es un hombre de sueños postizos, de propuestas fantasmagóricas de doble y útil laberinto de despojo. Raúl Restrepo es un hombre de la realidad en sus ilimitadas formas. El sueño postizo es la hamaca en que la historia (con sus vericuetos de componendas múltiples) mete a sus libertadores, Raúl Restrepo de una se instala en el catre de la realidad en conflicto. Como quien dice: quien esté alerta, que vea, los otros que se extiendan en el vómito que los usufructúa.

    Un florero enrostra el paisaje montañoso de postal «libre» iluminada de nuestra república. Una nave hacedora surge en colores vivos de los dedos del artista Raúl Restrepo.

    Omar Castillo, abril 6/7 de 1989.

  • Tuve que morir muchas veces (1984)

    Tuve que morir muchas veces (1984)

    Por: Alba Lucía Madrid
    (Periódico El Mundo, 25 de enero de 1984)

    Regresó Raúl Fernando Restrepo, con su mochila de mil colores, con un block cargado de bocetos y una vida y una obra escondida detrás de una tienda de antigüedades esperando ser rescatada del polvo y del olvido.

    Esta historia podría empezar en un lugar que hace parte de la vida y la historia de Medellín, «El fin del afán»; allí en medio de muebles de otros tiempos, lámparas que iluminaron otras historias, puertas que se cerraron al olvido, se esconden en lo alto de sus paredes las pinceladas de Raúl Restrepo en un mutismo que solo busca ser explorado al igual que su vida.

    Con el nerviosismo que se crea después de un tiempo de ausencia, Raúl busca entre los lienzos rastros de su pasado, a veces con un rubor escondido en cada frase, otras con un falso orgullo, pero en medio de todo está él, sumergido entre papeles y bocetos, en los que se rescata un rostro duro acompañado de una sonrisa tímida, que con solo la primera palabra encuentra el momento oportuno para desbocar su vida y sus recuerdos.

    Pero no siempre fue así, empezó a estudiar pintura en el 68 en lo que era entonces el instituto de Artes Plásticas de San Ignacio, y que ahora hace parte de la Escuela de Artes de la Universidad de Antioquia. Más por vocación que por orgullo, «en esa época no se conocían los lenguajes de ahora, todos comenzábamos con bodegones, luego se pasaba a la técnica del pastel, la acuarela y por último el óleo, pero ante todo éramos pintores.» Por no tener estudios secundarios se le cerraron las puertas de la universidad y no pudo terminar sus estudios de pintura. Entonces tomó su tabla, un block y algunos colores para empezar su aprendizaje pero en la calle. «En los años 70 me metí en Guayaquil y allí pintaba a la gente, a los campesinos que bajaban del Oriente Antioqueño y de otras regiones a la plaza de Cisneros, en ese entonces no tenía un taller y era lo que se llamaba un pintor callejero. También salía mucho al campo, me iba con una carpa a pintar las montañas del Oriente y el suroeste antioqueño y allí me quedaba una o dos semanas. Luego las vendía y con ello me sostenía.»

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    Inocencia perdida
    En esa búsqueda de la obra de Raúl Restrepo, se deja a un lado la tienda de antigüedades para ir al apartamento de su hermano, lugar donde se encuentra ¡Eha!, ante la indiferente vacada, el toro negro mira al sur en su negro derramándose, su trabajo en carboncillo más reciente, en medio de un gran silencio que sirve de preámbulo, la voz grave aparece de nuevo: «Alberto Sierra vio mis obras al óleo pastel, con escenas de paisajes de Girardota y me invitó a participar en el primer salón de La Oficina, y ahí fue cuando mi obra se empezó a conocer a mediados de los años setenta. Pinté máquinas viejas ya abandonadas, con una especie de enredadera y retomé el tema de los bares pero ya a color y muy expresionista. Después trabajé durante cinco años en la Universidad Pontificia Bolivariana y en la Universidad Nacional como experto, pero a la vez empecé a conocer el lenguaje, la semántica y entonces perdí mi inocencia. Ese tiempo para mí fue muy amargo, porque no tenía tiempo de pintar y después de dar clases miraba las montañas y yo quería estar allá y no encerrado en un aula. En ese momento descubrí que era un pintor de campo y de ciudad… entonces renuncié y me fui al Oriente Antioqueño.»

    Formas en deformación
    Al igual que un lienzo de amplio formato, en el que prima el color y la abstracción, así también aparece Raúl Restrepo en la casa de los Salados o de los Callejas en el Oriente Antioqueño, con leyendas de tertulias pasadas y de fantasmas: «Transcurrían los años ochenta cuando llegué a la casa que en un pasado estuvo rodeada de poetas, músicos y pintores; en el momento en que entré a la casa, me acogió muy bien y allí empecé a trabajar el óleo, pinté no sólo la represa sino diferentes lugares de Marinilla, La Ceja y El Retiro, pero a los dos años me fui de la casa y ella me lloró, tal vez eran los fantasmas de la casa que lloraban o ella misma… no sé.» Y en este recorrido por el Oriente llegó al Carmen del Viboral, en donde encuentra su abstracción en el color. «Pintaba las montañas, la represa, y los árboles en un contraste de color que iba desde el rojo, morado, amarillo, hasta el rosado, pero conservando la estructura del medio ambiente. En el Oriente tuve que morir muchas veces y esos cambios se reflejaron en mi obra. Además, cada cuadro que uno hace, no es la obra realmente, yo no he hecho mi obra todavía. Yo creo que todo lo que he regado por una u otra circunstancia son apuntes de mi vida, de esas muertes mías que son resultados algunas veces de momentos dolorosos y otros de felicidad, porque la obra verdadera es uno mismo.»

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    La forma y sus contrastes
    En un tiempo cíclico que encuentra su punto de partida a través de una tabla, un block y los lápices de color, Raúl Fernando Restrepo retoma las escenas callejeras, para expresarlas según su visión en un taller portátil que puede encontrar su lugar en cualquier esquina, bar o parque de Medellín. «Cuando un artista hace una muestra individual no lo hace con el solo deseo de vender, sino que debe abrir un hueco más llevando algo que rompa, que desgarré valores y que cree contradicciones en los esquemas establecidos.»

    Pero en ese pasado sin límites plasmado en el lienzo, a través de la figuración o la abstracción total, los nombres también a hacen parte de las obras en que aparecen: «Nocturno con tres floreros y una luna», «Desde el ángulo de mi sensualidad, un florero desnudo abierto al cielo rojo, y su última obra: ¡Eha!, ante la indiferente vacada, el toro negro mira al sur en su negro derramándose, con las que el artista intenta «una aproximación literaria y poética del público a la obra.

  • Colombia vive la fiebre del arte (1981)

    paisaje en blanco y negro
    Oleo pastel sobre papel. 1979.
    Foto tomada de Colarte

    Preámbulo de su obra para la bienal expone en La Oficina
    Por: El colombiano

    jueves 2 de abril de 1981, Culturales.

    Un artista callejero que se mueve entre la gente a cómo dé lugar, se ha formado como los autodidactas. Un «cabezadura», para muchos de los que intentaron disuadirlo de su idea de ser artista, especialmente para aquellos que en alguna ocasión le dijeron que su técnica, el óleo pastel era «cosa de señoritas».

    Alguna vez se decepcionó de su alrededor, del mundo y de la sociedad que intentaron aislarlo con una «camisa de fuerza», no ha sido nada fácil el «mundo del arte» para Raúl Fernando Restrepo, el artista que consiguió superarse a fuerza de pulso, pintando.

    Hoy, expone en la Oficina el preámbulo de la obra que «colgará» en la Cuarta Bienal de Arte de Medellín.

    Hacia la cumbre
    Temprano en la mañana recoge sus implementos de trabajo y emprende su camino hacia la cumbre de las montañas que considera más representativas de Medellín: El Pan de Azúcar y La Mesa como autodenomina otra de las colinas.

    Observa las transformaciones de la estructura y de la textura del terreno ocasionadas por la variación de luz natural. Estudia el fenómeno de la formación montañosa y su apariencia en los días cálidos y fríos. Aprecia los volúmenes y los planos, luego aplica una gama de colores. Juega con los complementarios, los dominantes… para mostrar las variaciones en la iluminación. «Algunas veces las montañas empiezan a respirar muy de mañana, abren sus poros y comienza a subir la neblina. Hay días verdes, amarillos, rosas y todo un arco iris, es la luz.»

    Temática
    «Tomo el paisaje urbano porque lleva implícito la idea de crecimiento. Éste no ha respetado la constitución que tiene el paisaje natural. Todo se ha ido fragmentando como un rompecabezas aparecen nuevos elementos.

    La representación específica del Pan de Azúcar y La Mesa, desaparecen. Es algo espontáneo, abstracto, que encierra una riqueza temática y un valor.»

    El color blanco en su obra es el amarillo con el cual representa la luz. Pero en general los tonos son variables, ninguno predomina.

    «Cuando cojo un tema nunca sé en que va a finalizar; es una comunicación inmediata, intuitiva. Me siento como poseído de una motivación, por eso a veces paso varios meses sin tocar el óleo pastel.»

    Le gusta sentirse vivo ante todo. Le gusta pararse en una esquina a pensar, o a deambular por las calles y tomarse algunos tragos. A veces se encierra hasta que se sumerge en un trance donde se produce la maduración de la idea. «Todo se hace conceptual y ya baja, uno puede estructurarse y partir hacia un nuevo elemento.»

    La técnica es su amante
    «En 1968 se tenía al óleo pastel como el paso anterior al óleo, con ella se aprendía la combinación de colores, era poco comercial y hasta se lo regalaban a uno. Como no tenía medios para comprar otro material me encerré con ella en un sótano y aprendía conocer sus luces. Llegué a la conclusión que el oficio no es la base de la creatividad, si no existe la parte espiritual, sin la vida misma no hay nada. Lo primero se aprende y lo otro se vive. Me relacioné con la técnica tan íntimamente que llegó a ser mi amante, la compañera diaria que llegó a contarme sus intimidades. Si en un principio me dijeron que el óleo pastel era cosa para señoritas, demuestro que no es así, porque estoy satisfecho de llevarlo a la Bienal.

    Lo que mostrará.
    La obra que llevará a la bienal es un proceso que va canalizado a una muestra callejera de ocho cuados de 50 x 70 cms. Es una síntesis de la exposición que realiza en la actualidad en la Oficina. Seleccionó ocho temas y retomó de los mismos, otros dos para mostrarlos en un mayor tamaño. Uno de los cuadros está fragmentado en algunas partes, el otro en cambio, parece un «rompecabezas». Considera que su trabajo fue seleccionado porque hay calidad en él, desarrollo e investigación.

    Nueva técnica
    Ha estructurado una nueva técnica en su proceso de investigación. Trabajando con el bahareque, la cañabrava y el hisopo, elementos que están estrechamente vinculados a la temática del paisaje urbano. Luego piensa entrar al campo de la escultura. «La piedra también me inquieta.» Regresará al dibujo para pintar con cuatro o cinco líneas, respetando el fondo del papel.

    Asegura que las artes gráficas le ofrecen nuevas facetas para su creatividad. «Vivo el arte a un nivel espiritual, evolutivo. Es un proceso porque lo que pienso hoy, mañana puedo cambiarlo. Por eso no me defino como sólo un pintor, si lo hiciera sería limitar mis capacidades.»

    Público especial
    Asegura que su público es especial, preparado, con una formación a nivel pictórico. Por lo general son personas que han tenido contacto con nuevas formas de expresión en el arte, las que compran su obra. A nivel de mensaje, una serie de controversias y aspectos de la vida «a los cuales se aferra porque no existen otros valores para uno en la cotidianidad».

    Recuerda un hecho que lo impactó para siempre en la creación de una de sus obras, Restrepo se encontraba en un criadero de caballos, cuando se le acercó un niño que le preguntó «¿puedo pintar así yo también los caballos rojos?» Y la respuesta fue: Claro, maestro.

    Colombia alucinada
    Restrepo analiza el momento artístico que se da en Colombia y lo «pinta» como una etapa de «fiebre a cuarenta grados, alucinada». Es un periodo que se tiene que vivir cuando se produce un desgarramiento de informaciones artísticas en todo el mundo. Es cuando se modifica el concepto del «artista muerto de hambre», el bohemio o la persona anormal alejada de los elementos comunes de la razón, por algún pincel. «Vivimos la Babel, tenemos lenguajes diferentes, somos inquietos y siempre estamos buscando. Pertenezco a la calle.»

    Amigo de Van Gogh.
    Su mayor influencia viene de su amigo Van Gogh, a quien conoció a través de las cartas a Theo. En 1969 conoció la famosa obra de Los Girasoles. Se dio cuenta que el maestro relacionó el arte con su vida, vio al hombre sin buscar en él la enseñanza pictórica; sin embargo se guió por su color y le «metió luz a la obra». Si uno de ellos refutó el color negro en una época, el otro lo retoma, Restrepo analiza cinco tonos de negro en los cuales investiga para poder «empezar a pintar». «Basta con una amigo de esa calidad».

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  • El resultado del silencio (1980)

    El resultado del silencio (1980)

    Por: Ana María Cano.
    (El Mundo, 20 de agosto de 1980)

    Artista marginal de toda la farándula cultural y de verdad inmerso en el arte como su «tabla» de salvación, autodidacta, Raúl Fernando Restrepo, despliega su obra sola y concentrada, en la sala de arte de la Cámara de Comercio.

    Un mes tuvo para, en posesión de los elementos de trabajo, crear los óleo-pasteles que ahora muestra. Pero es tan confiada su relación con el material que ya domina, que sale con gran inmediatez su emoción y su placer, en un resultado controlado y abstracto sobre el color y el paisaje.

    Restrepo ha mostrado su obra en salones y muestras colectivas dando siempre una señal modesta de lo que en él hay por torrentes. Pero la actual exposición tiene todas las síntesis que un artista pródigo puede lograr con su experimentación y su generosidad para con el arte.

    Sus hallazgos son tan inmediatos como las apreciaciones que hace sobre la obra. El cambio del verano al invierno que con la preparación de esta muestra, determinó la inclusión del fenómeno del vapor, traducido en una disolvencia de los colores, muy recursiva para una técnica como el pastel.

    LE ROBO A LA NATURALEZA
    No me interesa el lugar que pinto. He descubierto que mis obras pueden voltearse al revés, con un buen efecto. Le robo a la naturaleza su composición y su movimiento, pero el color es absolutamente mío. Creo que es un poco lo que le sucedió a Kandinsky donde el expresionismo en el paisaje lo llevó a lo abstracto.

    El óleo pastel tiene algo de mágico: una cera que con el calor de la mano da modulaciones, sin trementina ni ningún ingrediente, sólo el empastado y con el tacto «sentir el color».

    Antes pintaba bares: allá hacía retratos con mi compañero Edgar López, a cinco pesos cada uno. También hacía bodegones con las mesas, las botellas, las luces. Siempre con pastel, pero tenía que pedir un trago como quien paga un taller. Creo que escogí el pastel porque nunca se tomaba en sí mismo sino como un intermedio entre el lápiz y el óleo, como un estudio del color. Además por barato: nadie lo utilizaba. Ahora no pinto en taller porque me limita. De los bares pasé al campo donde la luz tiene todo el espacio abierto.

    Salgo a pintar con una tabla, mi tabla, la única en que soy capaz de trabajar y ella entiende que es lo que pasa. Pego el papel con una cinta que también participa del color y cuando la quito, ahí ha quedado su espacio. La tabla es como un útero y el color es ahí lo más importante.

    YA NO HAY ESCUELA.
    Pero Raúl Fernando presenció un gran cambio en la enseñanza del arte en Medellín. Él hizo parte de la Casa de la Cultura que pertenecía a Estudios Generales de la Universidad de Antioquia. «Había entonces mucha más investigación y daban los materiales. No había la selección arbitraria entre bachilleres o trabajadores. Existía un grupo de tiempo parcial donde estábamos los que teníamos otros empleos. Fue entonces cuando dimos un golpe de estado a los de licenciatura, por su deseo de hacernos desaparecer, me echaron de allí.» «En el 67 se vuelve artes plásticas y obligaban durante seis meses la olleta que había que pintar bien. Se unificó todo en la licenciatura y el pintor Rafael Saenz, nos propuso a los de tiempo parcial sacar los caballetes a la calle. Donde deben estar. Ahora a los licenciados les da pena salir a pintar por ahí».

    Mientras tanto Restrepo continúa pintando al agua y al sol. Ese contacto directo es tan definitivo en su obra como el que tiene con la tiza, con la cual hace como si «tallara». Pese a esto, el resultado tiene toda la sutileza y la agresividad que lo retiran de los pintores decorativos.

    Es el resultado del silencio.

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